Internacionalismo

Internacionalismo

Afirmación del proletariado como una única clase mundial frente al capitalismo global, con unos únicos intereses, táctica y estrategia y con un proyecto, el socialismo, solo realizable globalmente.

El mercado mundial fundamento de la clase universal

Desde su primera aproximación al proletariado como clase universal, Marx y Engels se dan cuenta de que el mercado mundial que el capitalismo está desarrollando es un elemento fundamental para la propia naturaleza de la clase, que no es revolucionaria solo por ser universal en el sentido de no luchar por un privilegio particular que le configure como una nueva clase explotadora, sino porque en sí misma nace de una misma situación histórica y mundial: la universalización de la explotación capitalista. El proletariado está llamado a convertirse en un sujeto histórico universal, no nacional ni local. Está llamado a seguir el internacionalismo.

La masa de los simples trabajadores (…) y por tanto, la pérdida no puramente temporal de ese mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto el proletariado solo puede existir en el plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal.

Marx y Engels. La Ideología alemana, 1846

Esta idea volverá una y otra vez, comenzando por el Manifiesto de 1848: la creación del mercado mundial da forma a un mundo unificado en un único modo de producción interconectado que crea a una única clase revolucionaria mundial.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo.

En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y eso se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.

Marx y Engels. Manifiesto del Partido Comunista, 1848

Por eso su proyecto, no solo el comunismo sino el socialismo, solo tienen sentido y viabilidad como modo de producción global, impulsado por una única clase mundial.

El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción «coincidente» o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado

Marx y Engels. La Ideología alemana, 1846

El proletariado no es parte de la nación

Esta afirmación y esta perspectiva tienen tanto más valor por cuando se dan en pleno capitalismo ascendente, cuando la burguesía todavía lucha por constituirse en nación en países que habrían de ser centrales en el sistema. Sin embargo Marx y Engels tienen cuidado en subrayar que todas las tareas nacionales/democráticas que puede hacer propias el proletariado es ayudar a la burguesía a hacerse con el poder cuanto antes, no definirse o hacerse ilusiones viéndose como parte de la nación.

En Alemania está todavía por delante la lucha decisiva entre la burguesía y la monarquía absoluta. Pero, como los comunistas no pueden contar con una lucha decisiva con la burguesía antes de que ésta llegue al poder, les conviene a los comunistas ayudarle a que conquiste lo más pronto posible la dominación, a fin de derrocarla, a su vez, lo más pronto posible. Por tanto, en la lucha de la burguesía liberal contra los gobiernos [absolutistas], los comunistas deben estar siempre del lado de la primera, precaviéndose, no obstante, contra el autoengaño en que incurre la burguesía y sin fiarse en las aseveraciones seductoras de ésta acerca de las benéficas consecuencias que, según ella, traerá al proletariado la victoria de la burguesía.

Las únicas ventajas que la victoria de la burguesía brindará a los comunistas serán: 1) diversas concesiones que aliviarán a los comunistas la defensa, la discusión y la propagación de sus principios y, por tanto, aliviarán la cohesión del proletariado en una clase organizada, estrechamente unida y dispuesta a la lucha, y 2) la seguridad de que el día en que caigan los gobiernos absolutistas, llegará la hora de la lucha entre los burgueses y los proletarios. A partir de ese día, la política del partido de los comunistas será aquí la misma que en los países donde domina ya la burguesía.

Federico Engels. Principios del Comunismo, 1847

Es decir, incluso en el momento en el que el proletariado debe luchar junto a la burguesía para barrer el estado absolutista, último bastión del poder feudal, los comunistas introducen la unidad de la perspectiva de clase y luchan contra las ilusiones con las que pretende engatusarlos la burguesía, ilusiones que al final se resumen en la ilusión de la «comunidad nacional».

Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía. (…)

Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Mas, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués.

Marx y Engels. Manifiesto del Partido Comunista, 1848.

¿Qué significa «constituirse en nación»? Precisamente lo contrario de aceptar y encuadrarse en la «comunidad nacional». Es obvio que en 1848 en cada lugar, la «organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político» ocurrirá en primer lugar dentro de las fronteras nacionales, en el espacio del estado nacional. Pero esto es una forma, un contenedor geográfico, no un contenido. Porque el proletariado no puede afirmarse dentro o como parte de la nación, bajo la «comunidad nacional» burguesa, porque sería lo mismo que proclamar que que existe una comunidad de intereses, si no con la burguesía, al menos con el capital nacional.

Al contrario, el proletariado se constituye en nación destruyéndola: lidera al resto de clases no explotadoras que entienden que para defender de manera efectiva sus intereses deben unirse a él en la destrucción del estado nacional y proclama inmediatamente la «República mundial» como ocurrió en el París de la Comuna o en la Rusia de 1917. La constitución en «clase nacional», en sujeto político capaz de disputar el poder al estado nacional, no se encamina a crear o encerrarse en un estado nacional ni «propio» ni mucho menos en comandita con la burguesía. Cada revolución misma será «solo nacional en la forma, no en el contenido» y en cualquier caso solo podrá mantenerse en ese estadio por un periodo muy breve.

XIX. ¿Es posible esta revolución en un solo país?

No. La gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del otro. Además, ha nivelado en todos los países civilizados el desarrollo social a tal punto que en todos estos países la burguesía y el proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la lucha entre ellas se ha convertido en la principal lucha de nuestros días. Por consecuencia, la revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia y en Alemania.

Ella se desarrollará en cada uno de estos países más rápidamente o más lentamente, dependiendo del grado en que esté en cada uno de ellos más desarrollada la industria, en que se hayan acumulado más riquezas y se disponga de mayores fuerzas productivas. Por eso será más lenta y difícil en Alemania y más rápida y fácil en Inglaterra. Ejercerá igualmente una influencia considerable en los demás países del mundo, modificará de raíz y acelerará extraordinariamente su anterior marcha del desarrollo. Es una revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito universal.

Engels. Principios del Comunismo, 1847

Internacionalismo como frontera de clase

El comunismo, futuro y programa que forma a la clase en el presente, es una afirmación permanente, en la estrategia y en la táctica, del principio internacionalista. De hecho, es su elemento definitorio.

Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por las que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.

Marx y Engels. Manifiesto del Partido Comunista, 1848.

La consecuencia directa es el derrotismo revolucionario: Ante la guerra imperialista -y en la decadencia todas las guerras «nacionales» son imperialistas- los comunistas afirman que el enemigo principal está siempre en el propio país. La posición básica del marxismo desde 1914 en que estalla la primera gran guerra imperialista, la posición internacionalista, es «conversión de la guerra imperialista en guerra de clases». Eso es lo que pasó en Rusia en 1917 y en Alemania en 1919. La primera gran matanza del capitalismo imperialista no «se acabó», fue detenida por la lucha de clases.

La transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea (1912) y derivada de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países burgueses altamente desarrollados. Por muy grandes que parezcan las dificultades de semejante transformación en uno u otro momento los socialistas jamás renunciarán a efectuar un trabajo preparatorio sistemático, perseverante y continuo en esta dirección, ya que la guerra es un hecho.

Lenin. La guerra y la socialdemocracia de Rusia, 1914

El internacionalismo es la expresión política de la naturaleza del proletariado como clase universal. Toda idea de colaboración de clases durante la guerra, de «defensa nacional», de «liberación nacional», de «unión sagrada», hace posible y apuntala la guerra imperialista y las tendencias hacia su extensión. Solo sirve para encuadrar a los trabajadores en su propia matanza a manos de otros trabajadores igualmente descarrilados de su propio interés de clase. Es la negación máxima y más evidente del internacionalismo.

El internacionalismo no consiste en defender a un mismo imperialista en distintos países, incluso por encina de las líneas de frente de la guerra, sino en enfrentar como una única clase universal a todas y cada una de las burguesías en liza, todas ellas imperialistas. Significa entender que «el proletariado no tiene patria» y obrar en consecuencia, como un único sujeto político global con su propio programa y objetivos: el comunismo.

Internacionalismo [significa] solidaridad del proletariado mundial como unidad frente al capitalismo internacional. Solidaridad tanto en las ideas como en los hechos, dirigida contra la nación y el patriotismo en primer término, países coloniales incluidos. No puede existir interés superior al del proletariado mundial, ni siquiera el de un país donde la revolución hubiese triunfado.

Los internacionalistas combaten con igual saña a los dos bandos contendientes en las guerras imperialistas locales tanto como en las guerras de carácter mundial, y señalan como traficantes de carne humana a los respectivos parciales y propagandistas. Proponen y se esfuerzan en organizar la acción de los explotados, en el frente y en la retaguardia, contra sus respectivos gobiernos y mandos militares. Toda defensa nacional -incluso en su grado de resistencia - encubre la explotación y la opresión. El enemigo inmediato está, para cada proletariado, en su propio país; hostilizarlo al máximo es condición para desencadenar la lucha del proletariado en otros países y emprender, unidos, la destrucción del capitalismo en todo el mundo.

G. Munis. Léxico de la truhanería política contemporánea, comparado con el léxico revolucionario, 1970.

Por eso el internacionalismo es frontera de clase. Cuando una tendencia u organización lo abandonan, encuadrando al proletariado para la guerra, trascienden un límite que objetivamente la colocan al otro lado de la línea de clase e indican una degeneración mortal previa que no puede tratarse como un mero error puntual. Por eso el abandono del Internacionalismo por la mayoría de la IIª Internacional cuando estalla la primera guerra imperialista mundial es respondido con la formación de los partidos comunistas y una IIIª Internacional. Y cuando ésta supedita la revolución mundial a las necesidades del estado ruso («socialismo en un solo país») se produce una nueva ruptura que conduce a los internacionalistas a la formación de una IVª Internacional a partir de la Izquierda Comunista.

En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la Cuarta Internacional publicó inmediatamente un manifiesto derrotista revolucionario, inspirado directamente en el de Lenin un cuarto de siglo antes. Pero detrás de esta excelente declaración de principios, sólo se encontraron unos pocos grupos auténticamente comunistas (en Francia, México, Grecia,...) que fueron capaces de defender con uñas y dientes el internacionalismo proletario. Pegada con chicle y alambre (chicle del SWP americano, alambre de la Vérité en Francia, por ejemplo), la IV Internacional cayó rápidamente en la Resistencia nacional, donde se volvió mortalmente inferior al stalinismo. No podía seguir siendo una fuerza revolucionaria.

Viejas naciones, nuevas luchas, vieja cantinela, 1990

Omnipresencia del internacionalismo en la decadencia

Cuando una tendencia traiciona el internacionalismo está condenándose a sí misma la esterilidad. Un internacionalismo consecuente es vital porque define la única posibilidad de desarrollo político de la clase. Por eso el internacionalismo es la piedra de toque para poder aportar a la consciencia de clase en nuestra época.

Todos [los lineamientos de cualquier forma de unidad política] están englobados en el internacionalismo. Su abandono, en 1914, por la Segunda Internacional en beneficio de la defensa patriótica (capitalista, no puede ser otra) fue un gran descalabro para el proletariado. Puesto de nuevo en marcha [el internacionalismo] por la revolución rusa, origina la primera oleada revolucionaria mundial, que va siendo contenida en un país tras otro hasta ser vencida en España. Causa directa de esa eliminación del proletariado como clase en lucha, fue la traición al internacionalismo por la III Internacional, traición que provenía de los intereses del capitalismo estatal erigido en Rusia e hipócritamente etiquetado socialista.

El internacionalismo nos da pues la clave para comprender todos los problemas y para adoptar en conclusión las nociones teóricas necesarias a la próxima ofensiva del proletariado. Él permite deslindar méritos y errores de la revolución rusa, comprender su marcha atrás hasta la contrarrevolución stalinista, el papel reaccionario mundial de la misma a través de sus partidos, la derrota de la revolución española, la victoria de Franco y su duración en el poder, la guerra de 1939-45, las resistencias nacional-imperialistas y todas las guerras o movimientos nacionales posteriores de igual naturaleza, la conversión de los que fueron partidos comunistas en partidos anti-comunistas, el crecimiento industrial degenerativo tanto en Occidente como en Rusia, China y países atrasados, el largo marasmo del proletariado desde la guerra acá y la importancia reaccionaria creciente de los sindicatos; permite comprender igualmente la actual estupidez retrógrada del trotskismo, y hasta los primitivismos, charlatanerías, yerros teóricos o indigencias de numerosos grupos mas postineros que llanamente revolucionarios.

Por otra parte, rebasando con mucho la situación de guerra imperialista generalizada o regionalizada, el internacionalismo nos da también la clave de la táctica y la estrategia a adoptar en la lucha del proletariado contra el capitalismo, lucha que se cisca en las fronteras y que no puede ser sino mundial, empiece donde empezare. Mundial en lo geográfico, mundial por su contenido concreto, reivindicativo. Nos veremos así abocados a hacer frente a todos y cada uno de los regímenes políticos del capital (el de España, el de Estados Unidos, el de Rusia o el de cualquier Angola), con las soluciones que la revolución comunista apronta a los diversos aspectos de la explotación del hombre por el hombre.

G. Munis. Acendremos camaradas, 1975

No es desde luego una cuestión «teórica», es una cuestión de perspectiva de clase básica que se manifiesta desde los centros de trabajo hasta las luchas masivas, porque el sujeto de la lucha de clases hoy, más que nunca, es el proletariado mundial.

El internacionalismo proletario, que fuera del análisis teórico y de la formación de la consciencia del revolucionario no encontraba antaño casi más aplicación práctica que durante la guerra, hoy se hace indispensable en plena paz, cotidianamente y de múltiples maneras. La lucha inmediata del proletariado contra su enemigo más próximo, sea burgués o stalinista, no puede ejercerse más que ilusoriamente sin estar impregnada de internacionalismo.

Las propias reivindicaciones económicas necesarias hoy, son indefendibles, incluso informulables sino basándolas directamente en el proletariado mundial como sujeto y objeto de las mismas, y sobre todo como aniquilador de las barreras nacionales, los ejércitos, la producción de guerra, la economía de capital y salarios. El internacionalismo revolucionario, con todas sus consecuencias, ha de hacer aparición en la fábrica, donde los adiestradores paramilitares de los dos bloques colocan al proletariado, como una camisa de fuerza, sus respectivos uniformes.

G. Munis. «La IVª Internacional», 1959

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