Soviet
Comités, comisiones, consejos obreros o «soviets» son cuerpos de electos directamente por las asambleas de trabajadores, responsables exclusivamente ante ellas y revocables en todo momento. Nacen de la extensión de la huelga de masas y, en el desarrollo de las luchas tienden a convertirse en la forma de organización del conjunto de la clase como «partido» de la sociedad burguesa, es decir, afirman un «doble poder» que les prepara para convertirse en el órgano a través del cual la clase ejercerá su «dictadura». Se convierten entonces en verdadero «estado de transición» que, al globalizarse la revolución, podrá emprender la desmercantilización de la sociedad.
Origen
Con el desarrollo del imperialismo, en la última década del capitalismo ascendente, la lucha de clases se recrudece y empieza a mostrar nuevas formas en todo el mundo. La principal de ellas, la huelga de masas, está muy lejos de la fantasía sindicalista de la «huelga general revolucionaria». La huelga de masas «inesperada» y no planificada, se confunde con la revolución. No hay una macro-organización convocante, no hay una estructura de liberados ni una gigantesca caja de resistencia.
Por lo tanto, si algo nos enseña la Revolución Rusa, es, sobre todo, que la huelga de masas no se «fabrica» artificialmente, que no se «decide» al azar, que no se «propaga»; es un fenómeno histórico que, en un momento dado, surge de las condiciones sociales como una inevitable necesidad histórica.
Por lo tanto, no se puede entender ni discutir el problema basándose en especulaciones abstractas sobre la posibilidad o la imposibilidad, sobre lo útil o lo perjudicial de la huelga de masas. Hay que examinar los factores y condiciones sociales que originan la huelga de masas en la etapa actual de la lucha de clases. En otras palabras, no se trata de la crítica subjetiva de la huelga de masas desde la perspectiva de lo que sería deseable, sino de la investigación objetiva de las causas de la huelga de masas desde la perspectiva de lo históricamente inevitable.
Rosa Luxemburgo. Huelga de masas partido y sindicatos, 1906
Pero si la huelga de masas es la forma primaria que toma la constitución en clase en la era imperialista, la constitución de la clase como partido de la sociedad, vendrá de la extensión y fusión de las asambleas de trabajadores en el curso de esas luchas. Asambleas que eligen comités que responden ante ellas y que son revocables en cualquier momento. Estos comités, evolución de los comités de huelga, se convierten en consejos (en ruso «soviets») de delegados que se expandirán para convertirse en estructuras de organización de clase territoriales
El soviet organizaba a las masas obreras, dirigía huelgas y manifestaciones, armaba a los obreros y protegía a la población contra los pogromos. Sin embargo, hubo otras organizaciones revolucionarias que hicieron lo mismo antes, al mismo tiempo y después de él, y nunca tuvieron la misma importancia. El secreto de esta importancia radica en que esta asamblea surgió orgánicamente del proletariado durante una lucha directa, determinada en cierto modo por los acontecimientos, que libró al mundo obrero «por la conquista del poder».
Si los proletarios, por su parte, y la prensa reaccionaria por la suya dieron al soviet el título de «gobierno proletario» fue porque, de hecho, esta organización no era otra cosa que el embrión de un gobierno revolucionario. El soviet detentaba el poder en la medida en que la potencia revolucionaria de los barrios obreros se lo garantizaba; luchaba directamente por la conquista del poder, en la medida en que éste permanecía aún en manos de una monarquía militar y policíaca.
Antes de la aparición del soviet encontramos entre los obreros de la industria numerosas organizaciones revolucionarias, dirigidas sobre todo por la socialdemocracia. Pero eran formaciones «dentro del proletariado», y su fin inmediato era luchar «por adquirir influencia sobre las masas». El soviet, por el contrario, se transformó inmediatamente en «la organización misma del proletariado»; su fin era luchar por «la conquista del poder revolucionario».
Al ser el punto de concentración de todas las fuerzas revolucionarias del país, el soviet no se disolvía en la democracia revolucionaria; era y continuaba siendo la expresión organizada de la voluntad de clase del proletariado. En su lucha por el poder, aplicaba métodos que procedían, naturalmente, del carácter del proletariado considerado como clase: estos métodos se refieren al papel del proletariado en la producción, a la importancia de sus efectivos y a su homogeneidad social.
Más aún, al combatir por el poder, a la cabeza de todas las fuerzas revolucionarias, el soviet no dejaba ni un instante de guiar la acción espontánea de la clase obrera; no solamente contribuía a la organización de los sindicatos sino que intervenía incluso en los conflictos particulares entre obreros y patronos. Y, precisamente porque el soviet, en tanto que representación democrática del proletariado en la época revolucionaria, se mantenía en la encrucijada de todos sus intereses de clase, sufrió desde el principio la influencia todopoderosa de la socialdemocracia.
Este partido tuvo entonces la posibilidad de utilizar las inmensas ventajas que le daba su iniciación al marxismo; este partido, por ser capaz de orientar pensamiento político en el «caos» existente, no tuvo que esforzarse en absoluto para transformar al soviet, que no pertenecía formalmente a ningún partido, en aparato organizador de su influencia.
León Trotski, Conclusiones de 1905, 1909
Comités y sindicatos en la gran oleada revolucionaria 1917-37 y después
Estos comités y consejos obreros o «soviets» serán también los protagonistas de la oleada revolucionaria abierta con la primera gran guerra imperialista mundial enfrentándose y superando a los sindicatos que en ese momento defienden ya abiertamente al estado en el que se están integrando. En el marco de la huelga de masas evolucionan de comités de huelga a «soviets», de sistema de organización de masas a órgano de poder de clase en el curso mismo de la revolución.
Las revoluciones rusas de 1905 y 1917 hicieron surgir un nuevo organismo de combate que parte de la realidad social misma: el comité o consejo de fábrica, democráticamente elegido en los lugares de trabajo cuyos componentes son revocables en todo momento. Se les vio aparecer en San Petersburgo y en Moscú, al final de la revolución de 1905, de la cual señalan el punto culminante. Sin embargo, demasiado débiles e inexpertos aún, se mostraron incapaces de cumplir el cometido que se hablan asignado, el derrocamiento del zarismo.
Se les ve reaparecer desde el principio de la revolución de 1917, entonces más seguros de sí mismos, y pronto se extenderían por todo el país. Impulsados por Lenin y Trotzky realizan la revolución de Octubre. Mientras tanto, los sindicatos van a rastras suyas, frenan el movimiento con todas sus fuerzas. No se les debe ninguna iniciativa revolucionaria, al contrario. John Reed, en sus «Diez días que estremecieron al mundo», pone en evidencia su hostilidad a los soviets en diversas ocasiones, hasta el punto que los ferroviarios tuvieron que violar la disciplina sindical para transportar de Petrogrado a Moscú los refuerzos necesarios para reducir en esta segunda ciudad la contrarrevolución de los junkers.
Los obreros, soldados y marinos alemanes sublevados en 1918 no piensan un sólo instante en dirigirse a los sindicatos para conducir su lucha contra el régimen imperial; crean en medio del combate sus comités de lucha, que se apoderan de las fábricas y de los navíos y expulsan a las autoridades capitalistas. Los sindicatos no intervienen sino más tarde, para frenar la lucha, contener la revolución en limites burgueses, es decir, para traicionarla. Ese espectáculo esclarece definitivamente el pensar de los revolucionarios alemanes e indica a Hermann Gorter y a la izquierda germano-holandesa el camino a seguir, haciendo en aquella epoca de él uno de los primeros teóricos del comunismo de izquierda y de una verdadera táctica de clase contra clase.
En la revolución española de 1936, desde los primeros días de la insurrección surgen por todas partes comités, como hongos tras la tormenta. Pero al revés que en Rusia, donde los soviets relegaron los sindicatos a segundo plano, éstos últimos ahogan a los comités (juntas). Resultado, el stalinismo triunfa sin que los sindicatos se opongan verdaderamente. Incluso se unen para colaborar a su triunfo, mediante un comité de enlace C.N.T.-U.G.T. y la revolución es traicionada por el stalinismo que abre la puerta a Franco.
G.Munis, «Los comités de fábrica, motor de la revolución social» en «Los sindicatos contra la revolución», 1960
Cuando la huelga de mineros en Asturias en 1962 da la primera señal de una nueva agudización de la lucha de clases tras la reconstrucción que sigue a la segunda guerra imperialista mundial, el fenómeno se reafirma. Los comités de huelga de los pozos pasan a organizarse espontáneamente en «comisiones obreras» al convertirse las huelgas puntuales en huelga de masas. La represión franquista dará la oportunidad al PCE stalinista de capturarlas y «sindicalizarlas». Una estrategia de «doble cuchilla» que veremos una y otra vez a partir de las huelgas de masas de 1968-69 y que en Polonia tendrán con la entronización de «Solidarsnoc» su momento álgido.
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