Huelga de masas

Huelga de masas

Forma de lucha de los trabajadores característica del capitalismo decadente. Resuelve la organización y autoafirmación masiva de los trabajadores extendiéndose de forma espontánea a lo largo y ancho de un territorio, incorporando a todos los trabajadores sin tener en cuenta oficio, nacionalidad, sexo o cualquier otra división impuesta por la organización de la producción o el estado.

Origen de la huelga de masas

Con el desarrollo del imperialismo, en la última década del capitalismo ascendente, la lucha de clases se recrudece y empieza a mostrar nuevas formas en todo el mundo. La primera gran «huelga de masas» estalla en Rusia en 1905.

De un extremo a otro del país corrió una oleada grandiosa de huelgas que estremecieron el cuerpo de la nación. Según un cálculo aproximado, la huelga se extendió a 122 ciudades y localidades, a varias minas del Donetz y a diez compañías de ferrocarriles. Las masas proletarias fueron removidas hasta sus cimientos. El movimiento arrastró a un millón de almas. Sin tener un plan determinado, incluso frecuentemente sin formular exigencia alguna, interrumpiéndose y comenzando de nuevo, guiada sólo por el instinto de solidaridad, la huelga reinó en el país por espacio de unos dos meses. [...]

Después del 9 de enero, la revolución no conocerá descanso. No se limita ya a un trabajo subterráneo oculto a la vista, para sublevar incesantemente nuevos estratos; ha llegado a hacer abiertamente, con prisa, el llamamiento de sus compañías, sus batallones, sus regimientos y sus cuerpos de ejército. La fuerza principal de esta inmensa tropa se halla constituida por el proletariado; por eso la revolución procede al llamamiento de sus soldados mediante la huelga.[...]

Una tras otra, las profesiones, las fábricas, las ciudades abandonan el trabajo. Los ferroviarios son los iniciadores del movimiento, las vías férreas sirven de transmisor a esta epidemia. Son formuladas exigencias económicas, satisfechas casi de inmediato, en todo o en parte. Pero ni el comienzo de la huelga, ni su término dependen exclusivamente de las reivindicaciones presentadas, ni de las satisfacciones que se obtienen.

La huelga comienza, no porque la lucha económica haya llegado a exigencias determinadas, sino, por el contrario, al hacerse una selección de exigencias que se formulan porque se tiene necesidad de la huelga. Existe la necesidad de comprobar por sí mismo, por el proletariado de otros lugares y en fin por el pueblo entero, las fuerzas que se han acumulado, la solidaridad de la clase, su ardor combativo; es preciso pasar una revista general de la revolución.

Los propios huelguistas y quienes los apoyan, y quienes por ellos sienten simpatía, y los que les temen, y los que les odian, todos comprenden o sienten confusamente que esta curiosa huelga que corre localmente de un lugar a otro, recupera su impulso, y pasa como un torbellino; todos comprenden o, sienten que no obra por sí misma, que se limita a cumplir la voluntad de la revolución que la envía. Sobre el campo de operaciones de la huelga, es decir, sobre toda la extensión del país, está suspendida una fuerza amenazadora, siniestra, cargada de una insolente temeridad.

León Trotski. 1905: Resultados y perspectivas, 1906

Cuando Rosa Luxemburgo lleve la discusión sobre el modelo de la «huelga de masas» a Alemania, en un momento en el que la tensión de clase es fuerte, el partido aceptará a regañadientes su «uso» y supeditada solo a una eventual prohibición del derecho al voto de los obreros. Los sindicatos, se cerrarán entonces en banda. Rosa Luxemburgo terciará en el debate intentando aclarar, en primer lugar, que la huelga de masas no es la huelga general en el sentido no de universalidad, al revés, sino en el de la posibilidad de reducirla a una herramienta, la posibilidad misma de «convocarla».

Lo primero que la experiencia de Rusia nos lleva a revisar es la concepción general del problema. En la actualidad, cuando ya todo se ha dicho y hecho, nos encontramos con que la posición de los más fervientes defensores de «ensayar la huelga de masas» en Alemania, como Bernstein, Eisner, etcétera, y la de los más enconados adversarios de esta idea, como por ejemplo Bomelburg en el campo sindical, en la práctica resultan lo mismo, es decir la concepción anarquista.

Pues el modo de pensar anarquista es la especulación directa sobre el “gran Kladderadatsch”, sobre la revolución social simplemente como característica externa e inesencial. Lo esencial del anarquismo es la concepción abstracta, ahistórica, de la huelga de masas y de las condiciones en que generalmente se libra la lucha proletaria.

Este caprichoso modo de razonar tuvo como resultado que hace sesenta años se concibiera la huelga de masas como el camino más breve, seguro y fácil para saltar a un futuro social mejor. El mismo modo de razonar originó recientemente la idea de que la lucha sindical era la única y verdadera «acción directa de las masas», y también la única lucha revolucionaria verdadera. Esta, como sabemos, es la última posición de los «sindicalistas» franceses e italianos [sindicalismo revolucionario que luego mutará en el anarcosindicalismo de la CNT].

Lo fatal para el anarquismo fue siempre que los métodos de lucha improvisados en el aire son como invitaciones a una casa cuyo dueño está ausente, es decir, son puramente utópicos. Además, estas especulaciones que en un momento dado fueron en general revolucionarias, al no contar con la despreciable y vil realidad, son transformadas por ésta, de hecho, en instrumentos de la reacción.

Los que hoy fijan un día en el calendario para la huelga de masas en Alemania, como si se tratara de un compromiso anotado en la agenda de un ejecutivo; los que, como los participantes del congreso sindical de Colonia, pretenden eliminar por medio de una prohibición «propagandística» el problema de la huelga de masas de la faz de la tierra, se guían por estos mismos métodos de observación abstractos y ahistóricos.

Ambas tendencias se basan en el supuesto netamente anarquista de que la huelga de masas es un medio de lucha puramente técnico, que puede «decidirse» a placer y de modo estrictamente consciente, o que puede ser «prohibido», una especie de navaja que se guarda cerrada en el bolsillo «lista para cualquier emergencia», y se puede abrir y utilizar cuando uno lo decida. (…)

Por lo tanto, si algo nos enseña la Revolución Rusa, es, sobre todo, que la huelga de masas no se «fabrica» artificialmente, que no se «decide» al azar, que no se «propaga»; es un fenómeno histórico que, en un momento dado, surge de las condiciones sociales como una inevitable necesidad histórica. Por lo tanto, no se puede entender ni discutir el problema basándose en especulaciones abstractas sobre la posibilidad o la imposibilidad, sobre lo útil o lo perjudicial de la huelga de masas. Hay que examinar los factores y condiciones sociales que originan la huelga de masas en la etapa actual de la lucha de clases.

En otras palabras, no se trata de la crítica subjetiva de la huelga de masas desde la perspectiva de lo que sería deseable, sino de la investigación objetiva de las causas de la huelga de masas desde la perspectiva de lo históricamente inevitable.

Rosa Luxemburgo. Huelga de masas partido y sindicatos, 1906

Pero hay elementos que no debemos olvidar tampoco en el rechazo que la huelga de masas provoca en la dirección socialdemócrata: la huelga de 1905 ha superado a la burocracia sindical y su fantasía de organizar al proletariado como un ejército piramidal. El proletariado ruso no ha creado centrales sindicales, ha creado un nuevo tipo de órgano: el consejo obrero, el soviet. Y este órgano ha superado y colocado a los sindicatos bajo su mando natural sin contar con popes ni burócratas. La peor pesadilla para la dirección sindical en un momento en el que los sindicatos empiezan a integrarse en el capitalismo de estado.

A medida que se desarrollaba la huelga de octubre, el soviet se convertía naturalmente en el centro que atraía la atención general de los hombres políticos. Su importancia crecía literalmente de hora en hora. El proletariado industrial había sido el primero en cerrar filas en torno a él. La unión de los sindicatos que se había adherido a la huelga a partir del 14 de octubre, tuvo casi inmediatamente que reconocer el protectorado del soviet. Numerosos comités de huelga –los de ingenieros, abogados, funcionarios del gobierno– regulaban sus actos por las decisiones del soviet. Sometiendo a las organizaciones independientes, el soviet unificó en torno suyo la revolución.

León Trotski. 1905: Resultados y perspectivas, 1906

La huelga de masas en el siglo XX

La huelga de masas no es un fenómeno confinado temporal o geográficamente. Inmediatamente después de la revolución rusa de 1905, veremos como aparece en América del Sur, la famosa Huelga del Salitre de 1909*, como vuelve a Rusia en febrero de 1917 y se confunde con la oleada revolucionaria mundial hasta 1937, desde España a China. Rebrotará en Italia, Alemania, Grecia y Vietnam como forma de base de los intentos del proletariado por transformar la guerra en revolución.

En 1952 en Alemanía, pondrá en jaque por primera vez a los nuevos regímenes stalinistas del Este de Europa. A partir de 1962 (huelga minera de Asturias) la huelga de masas se enseñorea de nuevo por el mundo, desde París a Córdoba y Rosario, desde Sudáfrica a Vitoria y de ahí al Dombass pasando por Polonia, sin respetar océanos ni «telones de acero». En la segunda mitad de los ochenta, la larga oleada de luchas abierta entonces se agotará. Sin embargo, el renacer de la lucha de clases volverá a traer el fantasma de la huelga de masas a Irán (2017-19), Marruecos (2018) y México (2019).

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