Juvenalismo

Juvenalismo

El juvenalismo es una ideología que pretende que ante una situación de crisis y «emergencia» histórica, los jóvenes son los más adecuados para aportar dirección porque sus ideas son «nuevas» y no están marcadas ni constreñidas por el peso de intereses inmediatos. Los jóvenes hablarían así «en nombre del futuro».

Origen histórico del juvenalismo

En 1896 aparece el primer núcleo de los Wandervogel. En principio son una expresión del descontento de la pequeña burguesía alemana en plena expansión del imperalismo. Recuperan el romanticismo alemán con una ideología de «vuelta a la naturaleza» y un ambiguo discurso de «emancipación» que lo mismo servía para dar trazas anticapitalistas que para criticar los modelos familiares y educativos de la época.

El rechazo de la vida urbana y su «artificialidad» se oponían a la «sencillez» de la vida excursionista y el descubrimiento del paisaje se hacía equivaler al de la Naturaleza. Los Wandervogel inauguran pronto el uniforme montañero -pantalones cortos, pañuelo, botas de clavos, impermeable, sombrero o gorra- y el amor al «fuego de campamento», creando un cancionero para guitarra y laud que se considera el comienzo del folk alemán.

Con el desarrollo del movimiento irán apareciendo las ideas juvenalistas: los jóvenes, «limpios» del viejo mundo, son los que están llamados a traer «las nuevas ideas» que han de emancipar a la sociedad superando las tensiones, la violencia y las crisis de un mundo que es ya viejo.

La combinación de esencialismo romántico, anticapitalismo estético y exaltación del paisaje condujeron de forma «espontánea» a la exaltación del liderazgo y el nacionalismo. Los Wandervogel se jerarquizaron pronto y se conviertieron en una suerte de grupos paramilitares desarmados y populistas.

No solo excluyen a las mujeres, tampoco aceptan a muchachos judíos o extranjeros. Poco a poco el naturalismo se convierte en paganizante generando una mitología germanista propia.

Sí, es lo que parece: el pastiche ideológico nazi ya estaba, en boceto, antes de la primera guerra imperialista mundial dando forma al imaginario de miles de muchachos de la pequeña burguesía.

Tanto que en 1912 uno de los grupos más influyentes del movimiento, «Vortrupp» (Vanguardia), tomara la eugenesia por bandera y comenzara un discurso de «higiene racial» prohibiendo el tabaco -otra obsesión posterior de Hitler-, la cerveza, etc. Cuando en 1933 los nazis lleguen al poder y disuelvan las organizaciones juveniles independientes, la mayoría de grupos se integrarán en las Juventudes Hitlerianas por propia voluntad.

Los que no, se convertirán en «piratas del Edelweiss», bandas errantes de jóvenes dedicados a la pelea callejera con sus ex-compañeros hitlerianos que desfogaron su rabia sin encontrar nunca un norte político ni servir de otra cosa que de disolventes de las luchas en las fábricas.

Pero no fueron esas las únicas derivadas. Después de que en el mundo anglófono Baden Powel utilizara el modelo como guía para crear futuros conquistadores y soldados para el Imperio británico, no hubo nacionalismo irredento europeo que no creara agrupaciones juveniles uniformadas y excursionistas para adoctrinar militantes desde la pubertad, cuando no la infancia. En la adopción de la forma siempre se colaban gotas de juvenalismo que acabarían destilando y fundiéndose en el culto a la juventud del fascismo italiano y español.

Pero a pesar de la importancia de esas derivada, el juvenalismo original tampoco desapareció. En 1920, jóvenes cristianos formaron la primera comunidad Bruderhof, un movimiento que vive en comunidad de bienes y que perdura aun hoy. Perseguidos por el estado durante el gobierno nazi acabarán exiliándose en Gran Bretaña, Paraguay, EEUU... e intentado unirse a los hutteritas, viejos comunalistas anabaptistas de la época de las revoluciones campesinas alemanas (siglo XVI). Una curiosa conclusión -que además salió mal- a su juvenalismo cristiano original.

Y algo parecido ocurrió con los movimientos juveniles judíos creados también a semejanza de los Wandervogel. Pasaron de la «búsqueda de sentido» al descubrimiento y rechazo del kibutz primero y de ahí a su «reinvención» ultranacionalista después.

De hecho el discurso de los Hashomer Hatzair, el grupo más influyente y numeroso de los movimientos juveniles que organizaron migraciones a Palestina en los años 20 y 30, lindaba con el antisemitismo: según ellos solo la nueva juventud, emancipada de sus familias y de la cultura secular de sometimiento y opresión que era la cultura judía, podía crear un nuevo tipo moral e incluso físico y dirigir a las masas trabajadoras de la Palestina colonial.

A mediados de los cuarenta ya estaban integrados plenamente en el stalinismo que, durante las dos décadas anteriores, había masacrado al corazón del partido bolchevique. Fueron ellos los que, vía Checoslovaquia, armaron en 1948 al primer ejército israelí con los fusiles enviados por Stalin.

Juvenalismo y decadencia

Las fechas y contextos del juvenalismo, así como su renacer actual, azuzado por los estados como pilar propagandístico del «Pacto Verde», atestiguan que el juvenalismo acompaña en su desarrollo la decadencia del sistema. Parte en realidad de la «revolución de las costumbres» que la pequeña burguesía impulsará a partir de 1870, se puede considerar como uno de los primeros síntomas ideológicos de la decadencia.

No es casualidad que los escasos antecedentes del juvenalismo aparecieran en las fases finales tanto del esclavismo como del feudalismo. La idea de que aquellos que simbólicamente representan el futuro -los jóvenes- son los únicos que pueden representar un futuro mejor en el presente, revela la renuncia del sistema a pretender representar y materializar los intereses generales de la Humanidad.

Son pues un síntoma evidente del colapso moral característico de las fases de decadencia de todos los modos de producción. Y por lo mismo, estos movimientos revelan un furioso carácter reaccionario al negar la clase revolucionaria ya presente.

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