Pequeña burguesía

Pequeña burguesía

Estamento intermedio de la sociedad capitalista que participa de la explotación del trabajo pero se enfrenta de forma permanente a los efectos de la concentración de capital, intentando evitar su proletarización.

Carácter precario de la pequeña burguesía

El papel de los pequeños capitales en el gran marco de la acumulación capitalista es más sutil y complejo que lo que suele considerarse, pero no por ello menos precario ni sostenible a medio plazo. A cada cambio tecnológico, pequeños y medianos capitales aprovecharan la reducción de escala producida por el incremento de la productividad del trabajo para afirmarse. Al hacerlo abrirán una nueva rama, un nuevo mundo de colocaciones para el gran capital que acabará desplazando o absorbiendo a los pequeños capitales pioneros.

De acuerdo con Marx, la misión de los pequeños capitales en la marcha general del desarrollo capitalista es ser los pioneros del avance técnico, y ello en dos sentidos: introduciendo nuevos métodos de producción en ramas ya arraigadas de la producción y creando ramas nuevas todavía no explotadas por los grandes capitales. Es completamente falso creer que la historia de la mediana empresa capitalista es una línea recta hacia su gradual desaparición.Por el contrario, el curso real de su desarrollo es puramente dialéctico y se mueve constantemente entre contradicciones. Las capas medias capitalistas, al igual que la clase obrera, se encuentran bajo la influencia de dos tendencias opuestas, una que tiende a elevarla y otra que tiende a hundirla.

La tendencia descendente es el continuo aumento en la escala de la producción, que periódicamente supera las dimensiones de los capitales medios, expulsándolos repetidamente de la arena de la competencia mundial. La tendencia ascendente es la desvalorización periódica de los capitales existentes, que durante cierto tiempo rebaja la escala de la producción, en proporción al valor de la cantidad mínima de capital necesaria, y además paraliza temporalmente la penetración de la producción capitalista en nuevas esferas.

No hay que imaginarse la lucha entre la mediana empresa y el gran capital como una batalla periódica en la que la parte más débil ve mermar directamente el número de sus tropas cada vez más, sino, más bien, como una siega periódica de pequeñas empresas, que vuelven a surgir con rapidez solamente para ser segadas de nuevo por la guadaña de la gran industria. Ambas tendencias juegan a la pelota con las capas medias capitalistas, pero al final acaba por triunfar la tendencia descendente, a diferencia de lo que ocurre con el proletariado.

Rosa Luxemburgo. Reforma o revolución, 1901

Cuanto más precaria es la situación de los capitales pequeños y medios en su competencia contra las capacidades de la producción a gran escala, mayor es la fuerza con que la pequeña burguesía debe compensar la ventaja del gran capital del único modo posible: aumentando la plusvalía absoluta.

Las aspiraciones reaccionarias de la pequeña burguesía

El enfrentamiento «dual» de la pequeña burguesía, a un tiempo contra el gran capital («los de arriba», la «aristocracia financiera», el «1%», etc.) y por encuadrar en el pueblo y aumentar la explotación de los trabajadores, forma parte de la cotidianidad del conflicto social. Los tenderos luchan contra la apertura de supermercados y grandes superficies y contra que los ya existentes puedan abrir los fines de semana porque la concentración de capital que hay en ellos les saca de la competencia por precio.

Luchan contra su proletarización mientras niegan a sus empleados las condiciones básicas del proletario de cualquier cadena. Igual que los propietarios de licencias de taxi reclaman protección frente a Uber mientras pagan a destajo a sus asalariados o el agricultor exige precios garantizados y protesta contra la dependencia de las empresas de semillas y fertilizantes, mientras explota en las peores condiciones a trabajadores inmigrantes con y sin papeles.

Es esa relación dual, al mismo tiempo enfrentada a «su» proletariado y al gran capital, la que le lleva una y otra vez a mirar para atrás a reclamar que vuelvan las condiciones anteriores, que la acumulación del capital respete y conserve su estatus y que se vuelva a una supuesta armonía de clases en el magma indiferenciado del pueblo.

Es un fenómeno presente en el capitalismo desde sus albores. Mientras del ya realmente inexistente artesanado cabía tener esperanza en que adoptara «no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, por cuanto abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado», lo que define políticamente a la pequeña burguesía industrial, comercial o campesina es que su pánico a la proletarización se acaba traduciendo en una posición necesariamente reaccionaria incluso en el capitalismo ascendente.

Los estamentos medios —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino—, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia.

Manifiesto del Partido Comunista. Carlos Marx y Federico Engels, 1848.

La pequeña burguesía en el capitalismo de estado

Cuando los mercados extra-capitalistas empiezan a ser insuficientes para la realización de toda la plusvalía producida, el capitalismo entra en su fase imperialista, lo que entre otras cosas, acelera brutalmente la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, acelerando proporcionalmente la concentración del capital hasta socializar al capitalista individual... es un verdadero Armaggedon para la pequeña burguesía que se ve expulsada de ámbitos de producción y sectores que hasta entonces constituían para ella una base aparentemente incuestionable.

El triunfo de la tendencia descendente no necesariamente aparecerá como una disminución numérica absoluta de las empresas medianas. Debe aparecer, primeramente, como un aumento progresivo del capital mínimo indispensable para el funcionamiento de las empresas de las viejas ramas de producción; en segundo lugar, en la disminución constante del intervalo de tiempo durante el cual los pequeños capitalistas tienen la oportunidad de explotar las nuevas ramas de la producción.

El resultado, en lo que concierne al pequeño capitalista, es la duración cada vez más breve de su permanencia en la nueva industria y un cambio progresivamente más rápido en los métodos de producción como campo para la inversión. Para los estratos capitalistas medianos en su conjunto hay un proceso cada vez más rápido de asimilación y desasimilación social.

Rosa Luxemburgo. Reforma o revolución, 1901

La socialización de la figura del capitalista que arranca con la sociedad por acciones y se hace realidad bajo el imperialismo llega al paroxismo con la universalización del capitalismo de estado, verdadera socialización de la burguesía como un todo alrededor del estado. Esta concentración, que arranca con el siglo, transforma también a buena parte de la pequeña burguesía. Una parte no desdeñable será absorbida por las grandes empresas organizando talleres o administración. Otra tendrá reconvertirse «clase gestora», «profesional»... y funcionarial, aprovechando el siguiente paso adelante de esa socialización del capitalista como clase que es el capitalismo de estado.

Pero incluso ésta ha sufrido y sufre brutalmente la proletarización con cada avance de la concentración de capitales y el tipo de innovación tecnológica que alimentan. No hacen falta legiones de «managers» para gestionar una fábrica robotizada. La irrupción de negocios financieros como Uber en sectores marginales en volumen como el taxi arañan y amenazan los reductos aparentemente más sólidos de la pequeña burguesía.

Incluso en su versión a pie de mercado, la pequeña burguesía será arrancada de su suelos más característicos -como el comercio de proximidad- con saña por los capitales sobreacumulados necesitados de ocupaciones rentables aunque sea en «nichos».

Aunque renacerá con cada innovación tecnológica una y otra vez... se verá irremediablemente segada como la yerba por la guadaña de los grandes capitales. Y lo que es más importante: lo será cada vez más cerca del origen. Ese es el significado de la institucionalización del «capital riesgo» y la industria de creación de «start ups». El punto en el que el «emprendedor» se convierte de propietario-productor de su propia empresa a funcionario-gestor de una colocación para el capital financiero excedentario, dispuesto a especular con la empresa como un todo, se coloca ya en lo que los manuales de «emprendimiento» llaman el paso «de la idea de negocio a la realidad».

Es decir, el paso del «capitán de industria» al «manager», del orgulloso propietario al «pequeño accionista», de la pequeña propiedad rural a la «plaza en propiedad» del funcionario estatal o el profesor universitario, del capitán de industria al «startupista», tampoco ofrecen una protección permanente -especialmente entre generaciones- frente a la proletarización. Así que el miedo y con él el discurso pequeñoburgués no cambian en su sustancia.

La pequeña burguesía se convertirá en un elemento centrífugo cada vez más activo en el estado. Por eso, el carácter reaccionario de sus ideologías se dispara en la decadencia capitalista hasta convertirse incluso en disfuncional para la propia burguesía como un todo. No olvidemos que más allá de comerciantes y pequeños industriales, la pequeña burguesía es la «clase intelectual» por excelencia, fabricante de ideologías a la carta, salsa y espíritu de todos los movimientos culturales.

Las imágenes que se hace como clase expresan su resistencia, pero también su incapacidad para superar el capitalismo. La pequeña burguesía se expresa de formas tan sofisticadas como, a veces, excéntricas. En todas ellas aparece una y otra vez la idea del imposible paso atrás, la «vuelta» a una imposible conciliación de clases -bajo el nacionalismo más o menos popular o la imaginación de un mundo mercantilizado donde nunca hubiera existido acumulación.

Es decir, oscilará entre los mil sabores de una liberación nacional que solo puede ser ya reaccionaria, y proponernos «decrecer» hacia una sociedad que, en vez de liberar las gigantescas fuerzas productivas y el conocimiento que el capitalismo nos ha legado, las apacigüe... mediante sacrificios inmensos de la inmensa mayoría.

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