Ideología

Ideología

Consciencia de la realidad social e histórica falseada y constreñida por el interés de clase. Existe por tanto desde la fractura de la sociedad en clases. Solo la aparición de una clase universal, explotada y revolucionaria genera las condiciones que hacen posible su demolición teórica -en sus expresiones políticas- y práctica, en su práctica revolucionaria.

Ideología y clase dominante

Todas las clases dominantes hasta ahora necesitaron, para mantener el sistema que les daba sentido, presentar la explotación como un hecho inevitable y «natural». Los conjuntos de ideas y prejuicios, el «sentido común», la cultura, el arte, las creencias comunes, lo reflejan. Como la producción de ideas es parte del aparato productivo de la sociedad misma, la producción ideológica de una época difunde los intereses y puntos de vista de la clase dominante como valores universales, reproduciendo y afianzando los valores con los que justifica su dominio.

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente.

Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación.

Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época.

Marx y Engels. La ideología alemana, 1845

Todas las clases dominantes necesitan presentar sus programas y necesidades como avances universales, como objetivos del conjunto social. Y necesitan hacerlo así, en primer lugar, frente a sí mismas. No tenemos razón para pensar que la burguesía no sea sincera cuando identifica el «interés de todos» con el el interés de la nación -es decir, el del capital nacional- exigiéndonos que aceptemos de buen grado peores condiciones de vida y trabajo o que nos masacremos en una guerra.

Pero es que la burguesía no puede concebir otra forma de organización social que no sea la suya, la que le da sentido como clase. Si pudiera hacerlo, se pondría en cuestión a sí misma. La ideología de la clase dominante no es solo una máscara: limita su concepción de la sociedad y el mundo en la medida en que no puede concebir que sus intereses se enfrenten a los de la sociedad como un todo. La ideología es una conciencia interesada y falsa de la realidad, limitada y limitante.

La ideología bajo el capitalismo de estado

En el capitalismo de estado no son individuos de la alta burguesía directa y personalmente, como fue relativamente común en sus siglos de ascenso, los que elaboran las formas ideológicas que «aceitan» el sistema y le sirven de guía para ejercer su dominio. La ideología no es un producto maquiavélico surgido de un gabinete estatal o empresarial que piensa abiertamente en términos de lucha de clases. Es un producto social que se produce orgánicamente dentro de los aparatos especializados del capital.

Existen órganos del estado, como la universidad, partidos políticos, medios de comunicación, sindicatos, think-tanks y todo tipo de agrupaciones, dedicados a específicamente a crear ideología absorbiendo «tendencias», ponderando sus consecuencias y promoviendo nuevas «causas» y visiones del mundo.

Estos ideólogos profesionales pertenecen por lo general a la pequeña burguesía y buena parte de lo que producen lleva su sello, desde el populismo al feminismo. Dada la naturaleza de esta clase intermedia y sus expectativas reaccionarias, realmente nada de lo que puedan crear es un peligro real para el capitalismo como tal aunque pueda, puntualmente, poner un palo en la rueda de los intereses del capital nacional o de sus facciones dirigentes.

Las ideologías de «protesta» de la pequeña burguesía echan arena en los ojos del descontento y la rabia. Por supuesto esto bien puede ser inconsciente para los que lo proponen, por eso es ideología, pero toma materialidad conforme se produce socialmente, es decir conforme suscita el consenso de distintos sectores del poder construyéndose como una «verdad social» a través de los medios y la acción de los aparatos políticos que se dedican a encuadrar bajo el estado y los intereses del capital nacional a la población.

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