Fetichismo de la mercancía

Fetichismo de la mercancía

Representación «espontánea» de las relaciones sociales de producción, que ligan a personas y clases, bajo la forma de relaciones entre mercancías equivalentes, es decir relaciones entre objetos sociales igualados en su valor de cambio

Origen del fetichismo de la mercancía

El intercambio de mercancías en el mercado es por definición intercambio de equivalentes. Equivalentes en valor de cambio, es decir en trabajo social abstracto. El valor, que es una relación social entre personas organizadas en clases, difumina entonces su naturaleza representándose como una relación social entre cosas, entre bienes -sean tangibles o intangibles- que se encuentran en el mercado.

¿De dónde brota, entonces, el carácter enigmático que distingue al producto del trabajo no bien asume la forma de mercancía? Obviamente, de esa forma misma. La igualdad de los trabajos humanos adopta la forma material de la igual objetividad de valor de los productos del trabajo; la medida del gasto de fuerza de trabajo humano por su duración, cobra la forma de la magnitud del valor que alcanzan los productos del trabajo; por último, las relaciones entre los productores, en las cuales se hacen efectivas las determinaciones sociales de sus trabajos, revisten la forma de una relación social entre los productos del trabajo.

Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. (...)

La forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo en que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se derivan de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquéllos.

De ahí que para hallar una analogía pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancias, y que es inseparable de la producción mercantil.

Carlos Marx. El capital, 1857

Fetichismo de la mercancía como forma específicamente capitalista de la alienación

La fractura de la comunidad humana en clases con intereses antagónicos supuso el comienzo de la alienación: lo humano, lo social, se presentan como ajenos a lo humano, huyen a los cielos de la ideología para mantener unido en las fantasías del intelecto lo que es antagónico en el mundo social material. La alienación no es más que la separación imaginaria de la especie respecto a las propias relaciones que definen su organización social.

Sin embargo, a diferencia de las clases explotadoras que le precedieron, la explotación capitalista es completamente «económica». El señor feudal tomaba un pedazo de la producción y el trabajo social «por derecho» en el marco de una relación personal, concreta, con sus siervos. No hay fetichismo alguno en lo que en realidad no es más que una exacción extra-económica.

La forma natural del trabajo, su particularidad, y no, como sobre la base de la producción de mercancías, su generalidad, es lo que aquí constituye la forma directamente social de aquél. La prestación personal servil se mide por el tiempo, tal cual se hace con el trabajo que produce mercancías, pero ningún siervo ignora que se trata de determinada cantidad de su fuerza de trabajo personal, gastada por él al servicio de su señor. El diezmo que le entrega al cura es más diáfano que la bendición del clérigo.

Sea cual fuere el juicio que nos merezcan las máscaras que aquí se ponen los hombres al desempeñar sus respectivos papeles, el caso es que las relaciones sociales existentes entre las personas en sus trabajos se ponen de manifiesto como sus propias relaciones personales y no aparecen disfrazadas de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos del trabajo.

Carlos Marx. El capital, 1857

El salto del trabajo personal concreto al trabajo social abstracto en la relación de explotación, hace del fetichismo de la mercancía un salto cualitativo en el proceso de abstracción propio de toda forma de alienación. Es su forma específicamente capitalista y completamente abstracta. Mientras esclavistas y señores feudales debían fundar su explotación sobre la voluntad externa de los dioses, la mercancía hace aparecer por sí mismas a las relaciones sociales como relaciones entre cosas, entre objetos sociales ajenos a los que los produjeron, del mismo modo que la plusvalía aparece como un resultado espontáneo del trabajo humano cuando se vende como mercancía bajo la forma de fuerza de trabajo.

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