Stalinismo

Stalinismo

Forma ideológica que tomó la consolidación de la contrarrevolución en Rusia desde la que se extendió a través del sometimiento e instrumentalización de la IIIª Internacional desde su Vº congreso y de la expansión imperialista rusa a partir de los años cuarenta. Su característica principal es la identificación como «socialismo» de un capitalismo de estado basado en la fusión partido-estado y la afirmación de una organización estatalizada, centralizada y militarizada de la producción. A pesar de que el stalinismo tome formas particulares en distintos países y generar distintas corrientes al servicio y en función de los orígenes de diferentes burguesías de estado (maoísmo, hoxismo, castrismo, etc.) comparten todas ellas la exaltación del trabajo asalariado y un nacionalismo abierto, completado según los casos por tendencias antisemitas, xenófobas o abiertamente racistas, una cultura oscurantista y una moral sexual retrógrada.

Stalinismo y contrarrevolución

El triunfo de la Revolución en Octubre fue seguido de una guerra civil y de la invasión del antiguo imperio ruso por las principales potencias capitalistas de la época. En el asediado estado ruso, con su proletariado en desbandada por la hambruna y la guerra, resistir en espera de la Revolución Mundial significaba ante todo recomponer las relaciones con la pequeña burguesía campesina para poder alimentar a las ciudades. Se aprueba la «Nueva Política Económica» (NEP), un intento desesperado de resistencia que consiste fundamentalmente en poner un alto al ataque a las relaciones capitalistas y para organizar un capitalismo de estado que reconstruya el armazón productivo.

Recontruir la producción creando prácticamente de la nada un «capitalismo de estado bajo dirección del proletariado» (Lenin) es en sí algo desesperado. Pero lo era aun más teniendo en cuenta que la estructura soviética se había vaciado con las fábricas. Solo el partido bolchevique quedaba como último garante del programa revolucionario. Serán sus cuadros más jóvenes, formados durante la guerra, los que tomen en sus manos la reconstrucción del capital nacional. Con los soviets languidecientes -en el mejor de los casos- los dirigentes llegados del partido empiezan a convertirse en verdaderos «dictadores de fábrica» y colectivamente formar una burocracia que irá tomando cuerpo en el partido y alineándose cada vez más en torno a la fracción stalinista.

El programa de la fracción burocrática convergerá hacia la primacía del capital reconstituido en todos los ámbitos: desde los salarios diferenciales a la política exterior. Es ahí de donde surge la bandera del «socialismo en un solo país». Lo que en principio son actitudes aparentemente pragmáticas, se convertirán pronto en un choque de intereses de clase. Para la burocracia, si el movimiento revolucionario no era lo suficientemente fuerte como para derrocar el capitalismo en los países centrales, debía asegurar, al menos, la no intervención contra Rusia apoyando gobiernos no beligerantes.

El problema es que eso se tradujo primero en precipitación, ahogando los restos del movimiento revolucionario alemán y después en un choque frontal entre los intereses de la revolución mundial -que necesitaba romper con los movimientos de «liberación nacional» para desarrollarse- y los del estado ruso que primaba a nacionalistas y «progresistas» en función de sus propios intereses. La traición del partido ruso y la Internacional a la huelga de masas en Gran Bretaña primero y sobre todo a la revolución china inmediatamente después, evidenció con pilas de cadáveres, que la fórmula «socialismo en un solo país» no significaba otra cosa que la supeditación de los movimientos revolucionarios del mundo a la supuesta «construcción del socialismo en Rusia»

A partir de ahí, cada consolidación de la burocracia de estado nacida del partido bolchevique se convertirá en un nuevo revés para la revolución y cada revés de la revolución en un nuevo país reforzará a la burocracia en Rusia. Todo en un «crescendo» que acabará con la política de «frentes populares» -alianza con los sectores «democráticos» de la burguesía- y el liderazgo abierto de los PCs estalinizados en la represión de la otra gran revolución europea: España.

A todo esto, ¿qué clase de relaciones de propiedad estableció la revolución de Octubre? Cierto, no socialistas. Esa revolución fue hecha por verdaderos comunistas, pero no tenían por mira más que la revolución permanente (Lenin en las Tesis de Abril) en espera de que el proletariado de los países desarrollados viniese en su auxilio. Incluso la táctica de los bolcheviques antes de la toma del poder se inspiró por completo esa perspectiva, lo cual basta para rechazarla en la hora actual.

Tras la magnífica tentativa llamada comunismo de guerra, que lejos de responder sólo a las urgencias de la guerra civil apuntaba directamente a la desaparición del salariato, se giró hacia el capitalismo de Estado tal como Lenin lo concibió, relaciones capitalistas de producción y distribución, pero poder político real del proletariado, basado en los soviets. La conservación efectiva de ese poder era, a ojos de Lenin, la única garantía de un futuro desenvolvimiento socialista, la consentiría esperar la victoria de otras revoluciones en países industrializados y pasar juntos a la sociedad de transición y al comunismo.

Puede afirmarse hoy que lo único que existió de verdaderamente socialista en la ex-Unión Soviética, fue pese a sus defectos, el poder político. Una vez el poder de los soviets desaparecido y corrompido el partido bolchevique ya no quedaba sino capitalismo de Estado a secas, que fue consolidándose y reconociéndose cómo tal desde la NEP a los planes quinquenales. Las relaciones de propiedad, de producción y de distribución fueron retrollevadas a las normas capitalistas mas rigurosas.

Así se efectuó una contrarrevolución cual nunca conociera la historia y cuya principal tribulación es evitar cualquier revolución proletaria en el mundo. ¿Se necesitan más pruebas de ello después del abandono del poder a Hitler en 1933, del aplastamiento de la revolución española, no por Franco, sino por el gobierno ruso y sus stalinistas españoles, después de la política imperialista de resistencia nacional y de toda la obra reaccionaria de Moscú y sus partidos desde la postguerra?

«Crítica del Esbozo de Manifiesto pro Nuevo Partido Obrero de la Worker's League de Inglaterra», 1961

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