Financiarización
Metástasis cíclica del capital ficticio que multiplica el caos capitalista en la asignación de recursos productivos, escala exponencialmente las «burbujas financieras» y antecede al estallido de los «cracks».
Significado de la financiarización
El desarrollo del capital ficticio no se limita, a partir de ciertos volúmenes a las bolsas y los mercados especulativos «clásicos» de materias primas. A partir de cierto momento el capital sobre-acumulado, sin destinos productivos rentables suficientes, empieza a apostar sobre sus propios resultados. Este movimiento no se da bajo la forma de mecanismos de aseguramiento clásicos sino como parte de la creación de «paquetes» de activos que compensan los altos riesgos especulativos con riesgos menores de inversiones que han tenido un comportamiento estadístico relativamente estable.
Pero al hacer una apuesta sobre su propio resultado, bajo la apariencia de una homogeneización y reducción de riesgos, se están convirtiendo pasivos (deudas) en activos (participaciones de fondos dedicados a la apuesta). La aparente reducción de riesgos moviliza masas de capitales gigantescas, aumentando de paso la rentabilidad esperada media de los activos. Comienza la burbuja. Las consecuencias directas forman un fenómeno diferenciado que es el que recibe el nombre de financiarización:
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El contraste entre las rentabilidades especulativas y la rentabilidad de las empresas productivas (que explotan trabajo) transforma internamente a estas últimas. El objetivo pasa a hacer caja cuanto antes para ganar fondos con los que invertir. Líneas aéreas, agencias de viajes, librerías, cadenas de supermercados, etc. etc. serán las primeras en cobrar por adelantado y retrasar pagos a proveedores para maximizar el tiempo con el que especular con su propia liquidez.
A partir de cierto momento les resultará rentable vender a precios menores a su coste de producción para poder aumentar el volumen de ventas y por tanto el volumen cash con el que especular.
Sencillamente al ser mayores los márgenes especulativos esperados que los de explotación, lo más «racional» desde el punto de vista de la ganancia de la empresa individual es aumentar la masa de cash disponible el máximo tiempo posible aunque genere una pérdida operativa en el negocio principal. Eso significa por ejemplo, reducir los tiempos en lineal para un supermercado vendiendo por menos de lo que cuesta fabricar una lata de conserva o, para una agencia de viajes, vender las vacaciones a menos de lo que cuesta el combustible del avión si la compra se hace con más de cuatro meses de antelación.
El problema es que la estructura de precios se corrompe y con ella se distorsiona la competencia en el mercado de capitales y la distribución de recursos de capital entre las empresas. El caos capitalista se multiplica en la distribución de recursos y con él las ineficiencias y fragilidades de todo el sistema.
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A partir de cierto momento, la cantidad de capital apostado a los resultados del capital realmente utilizado en la explotación lo superan en varias veces. El riesgo se multiplica al hacerse la base material del sistema cada vez más pequeña en relación a las apuestas sobre su resultado. Mientras, los incentivos llevan a tomar cada vez más riesgos a los inversores aunque sus índices no lo reflejen necesariamente. De hecho, el principal riesgo es que a partir de cierto momento, la opción menos arriesgada es apostar por el hundimiento conjunto. Son los momentos previos a un crack financiero generalizado.