Alienación

Alienación

Fractura, debida a las relaciones sociales históricamente específicas, entre la auto-consciencia de la especie y sus propias necesidades y naturaleza. La alienación es producto del desgarramiento de la humanidad en clases que hace aparecer a la humanidad como opuesta al resultado de su trabajo y por tanto a sí misma y a la Naturaleza en su conjunto.

Origen de la alienación

La división de la sociedad en clases, probablemente hace unos 6.000 años, es un fenómeno reciente en la vida de una especie que lleva 500.000 en el planeta y que durante la mayor parte de ese tiempo vivió bajo un régimen de comunismo primitivo basado en una economía de caza, pesca y recolección. El régimen comunal se mantuvo en las primeras ciudades y parece que ciudades organizadas en torno a formas de comunismo primitivo perduraron en Europa hasta fechas tan recientes como el siglo IV AEC.

Pero la división en clases era inevitable con el desarrollo de las fuerzas productivas que se estaba produciendo con la nueva tecnología. Sin duda supuso un salto adelante en el progreso de la especie, pero significó también un trauma profundo. Llegan hasta hoy los mitos de una «Edad de Oro» anterior salpicando religiones y creencias, ellas mismas nacidas para paliar aquella escisión dolorosa de la especie, tan explosiva que tuvo que aparecer un cuerpo social especializado y costoso, el estado, para mantener al conjunto social mínimamente cohesionado bajo el nuevo tipo de relaciones productivas dominante: la explotación.

Con la fractura de la sociedad entre clases explotadas y explotadoras, aparece la división del trabajo entre personal y social; la división sexual del trabajo y la división entre trabajo manual e intelectual. La propiedad privada opone las cosas a los miembros de la sociedad que las produce y a estos entre sí. Se oponen ciudad y campo. La consciencia de la especie se escinde. Del difuso animismo del comunismo primitivo que trataba de representar los entonces incomprensibles ciclos naturales, se pasa a las teogonías de dioses superiores y ordenadores que abstraen el carácter vengativo, parasitario y brutal de las primeras clases dominantes.

Con la separación entre el trabajo y la vida, entre comunidad social y comunidad productiva, la vida misma se rompe y huye hacia los cielos. Comienzan las creencias en el «más allá». Lo humano se ha hecho ajeno a lo humano, se ha «alienado» y la alienación define a la nueva sociedad.

El proletariado como expresión máxima de la alienación

Si los regímenes agrarios se basaban fundamentalmente en la exacción, en la explotación extraeconómica mediante tributos o impuestos, el capitalismo integra la explotación en el corazón mismo de las relaciones sociales. Al mercantilizarse el trabajo y consagrarse la plusvalía como base del sistema de acumulación, la explotación misma se hace invisible, la división en clases se presenta como «natural».

Y al mismo tiempo, la contradicción intrínseca a la propiedad privada -la oposición entre productores y producto- se hace universal: en una sociedad capitalista las crisis de «sobreproducción» van acompañadas de la pauperización de grandes masas del proletariado. La clase explotada se ve así universalmente negada: se niega la explotación misma que la define y se niegan sus propias condiciones de existencia como clase por las contradicciones del sistema.

Esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades, etc., dentro de la actual sociedad

Marx y Engels. La Ideología alemana, 1846

Es esa negación total la que le convierte en realidad en clase universal, pues solo enarbolando las necesidades humanas genéricas puede salir de su situación

En el proletariado plenamente desarrollado se hace abstracción de toda humanidad, hasta de la apariencia de la humanidad; en las condiciones de existencia del proletariado se condensan, en su forma más inhumana, todas las condiciones de existencia de la sociedad actual; el hombre se ha perdido a sí mismo, pero, al mismo tiempo, no sólo ha adquirido consciencia teórica de esa pérdida, sino que se ha visto constreñido directamente, por la miseria en adelante ineluctable, imposible de paliar, absolutamente imperiosa -por la expresión práctica de la necesidad-, a rebelarse contra esa inhumanidad; y es por todo esto que el proletariado puede libertarse a sí mismo.

Pero no puede él libertarse sin suprimir sus propias condiciones de existencia. No puede suprimir sus propias condiciones de existencia sin suprimir todas las condiciones de existencia inhumanas de la sociedad actual que se condensan en su situación. No en vano pasa por la escuela ruda, pero fortificante, del trabajo.

Marx y Engels. La Sagrada Familia, 1844

El comunismo como fin de la alienación

El proletariado al negarse a sí mismo como clase mediante la revolución, empujando la sociedad entera hacia el comunismo, es la negación de una negación. Ofrece por tanto la única salida posible a la Humanidad, su afirmación como tal y con ella la superación de la alienación. El Comunismo, una sociedad sin división del trabajo y sin división de clases, «el verdadero comienzo de la historia humana», supone el fin de toda división creada por la fractura en clases y por tanto el fin de la alienación social. Marx se da cuenta muy pronto, en 1844, cuando está preparando las notas que servirán de base al núcleo de su trabajo.

El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente.

Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género [humano]. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución.

Carlos Marx. Manuscritos económicos y filosóficos, 1844

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